Un apesadumbrado La Pira se desahoga con relación a los ataques que recibe incesantemente aun por parte de compañeros de su partido y (como en este caso) de autoridades de la jerarquía eclesiástica.
[…] Siempre se me ha obligado desde la autoridad a ser diputado constituyente, diputado, subsecretario, alcalde y ahora otra vez diputado. Siempre se me ha forzado desde la autoridad a entrar en las listas para las políticas y las administrativas; es decir, siempre a ejercer un oficio contra natura, en cierto modo.
Y haya ido donde haya ido he ido siempre he tratado de ver las cosas según las enseñanzas de la Iglesia. Como es sabido, allí donde hay injusticias colosales (véanse Pignone, Cure, Galileo, desahucios y demás) no puedo –en cuanto hijo de la Iglesia‒ dejar de hablar: sentiría repugnancia si siguiera en silencio.
[…] A pesar de todo, siento en el fondo de mi alma una cosa que me consuela: haber querido servir siempre y sólo al Señor a través de Su Iglesia.
Puedo haberme equivocado y puedo seguir equivocándome, pero mis intenciones siempre han sido rectas, siempre he actuado al lado de mi arzobispo y siempre he hablado claro, con claridad, franqueza y firmeza cristianas, delante de todos y en todas las situaciones.
Y ahora ‒o mejor, desde hace ya años‒ no espero más que una cosa: no volver a ser causa de conflictos y retirarme en la paz de mi habitación. ¿Podría pedir algo más sencillo?
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