La Pira transcurre los últimos años de su vida entre los jóvenes, como huésped de la Opera per la Gioventù. Precisamente a las nuevas generaciones había dedicado un papel central en sus palabras.

Después de 1965, aun no siendo ya alcalde de Florencia, La Pira sigue estando en el centro de una infinidad de contactos internacionales: como presidente de la Federación de las Ciudades Unidas es invitado a pronunciar discursos y conferencias en todo el mundo. Se compromete activamente a favor de la paz y el desarme y por la distensión en Europa. Paralelamente, trabaja dentro de la Iglesia por el diálogo ecuménico y la asunción de responsabilidad por parte del laicado.

La política nacional también lo llama a nuevos compromisos. La Pira está en primera línea en las batallas por el referéndum sobre el aborto y sobre el divorcio, y defiende con fuerza el valor de la vida, de la persona y de la familia. En 1976, en medio de un clima de tensión en el que las perspectivas de diálogo entre las fuerzas progresistas italianas se arriesgan, a su parecer, a quedar reducidas a puros «tacticismos», Democracia Cristiana le vuelve a pedir que se presente como candidato. Es elegido diputado, pero su salud está empeorando gravemente. Uno de sus amigos de toda la vida, Pablo VI, recalca su cercanía con una conmovedora carta.

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