El viaje que hizo La Pira por los países del Mediterráneo en 1960 para preparar el II Coloquio Mediterráneo se sitúa entre la convocación del Concilio Ecuménico y su inauguración. Por lo tanto, los objetivos que se fija La Pira son los que considera prioritarios para el concilio que se está preparando: por una parte la unidad de las Iglesias (fueron significativos sus encuentros con los patriarcas ortodoxos: … El viernes por la noche el patriarca Atenágoras me decía: «es preciso que los patriarcas vayamos a hablar con el Santo Padre, ha llegado el momento de que viajemos todos unidos, ahora, en este punto esencial de la historia del mundo». Y luego añadió: «¡fuit homo missus a Deo cui nomen erat Iohannes!». Y me dijo también: «Notifíqueselo al Santo Padre, nos gustaría que nos recibiera, ¡es un momento tan importante!» Y luego: «Llévele estos dulces, ¡son una señal y una prueba de amor hacia él!»); por otra parte, el diálogo entre las tres grandes religiones monoteístas (Egipto es un espejo en el que se reflejan, en pequeña escala, todos los problemas fundamentales de la Iglesia y de las naciones. Estos problemas son, en resumen, los siguientes: 1) la paz de las naciones –en el Mediterráneo y en el mundo‒; 2) la promoción social, política y cultural de los pueblos; 3) la unidad de la Iglesia; 4) la unidad orgánica –y no mecánica‒ de las naciones árabes; 5) la convergencia de las tres culturas mediterráneas: cristiana, islámica y hebrea. Estos problemas se los presenté a Nasser durante la larga, cordial y concreta entrevista –de una hora y media‒ que tuve el jueves ‒¡Santa Inés!‒ con él).
La Pira informa al Papa de todas estas entrevistas minuciosamente.
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