El 19 de marzo Pío XII había dirigido a los jóvenes de Acción Católica su discurso más «lapiriano», en el que había dicho, entre otras cosas: «¿Podemos recordaros que dejáis a vuestras espaldas un invierno oscuro, pero que tenéis por delante un verano luminoso? Podemos invitaros a vivir con el máximo empeño la primavera que Dios está ofreciendo al mundo, a la Iglesia».

La Pira retoma el discurso en esta carta, rogándole al Papa que abra un diálogo y que ejerza presión para acabar con el colonialismo:

[…] Santísimo Padre, ellos –estos pueblos «de color»‒ se esperan de usted otra bendición: piensan que su amor paterno hacia ellos puede obrar el «milagro» que se esperan, o sea, ¡que las naciones cristianas de Europa pongan su confianza en ellos y echen abajo las últimas barreras de un régimen –el colonial‒ que se ha acabado para siempre!

[…] Sí, Santísimo Padre: ha empezado una primavera para la historia de las naciones. La casa del mundo y de la familia de los pueblos se está enriqueciendo con nuevos y gigantescos valores. Innumerables pueblos, innumerables naciones están a las puertas de la historia; esperan recibir un doble bautismo: el bautismo de Cristo, que es un bautismo de gracia y de civilización a la vez. 

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