El cardenal Elia Dalla Costa

Nacido en Villaverla (Vicenza) en 1872, fue ordenado sacerdote en 1895. Obispo de Padua en 1923, arzobispo de Florencia desde 1932 y cardenal en 1933, murió en Florencia en 1961. Actualmente está en marcha su proceso de beatificación.

Dalla Costa, como escribió su más fiel colaborador, «edificó sobre la roca: cayeron lluvias, se desbordaron los ríos, los vientos soplaron impetuosos, pero la casa resistió porque estaba construida sobre la roca de una profunda y luminosa fe en Dios y en la misión que le había confiado la Providencia. Vivió, trabajó, amó y sufrió sostenido por ese fúlgido astro que es la fe. “Él sí que cree”, “Cree de verdad, él”, comentaba la gente que había escuchado sus palabras».

En Florencia, además de por su extraordinaria misión pastoral, es recordado con profunda estima y devoción al haberse distinguido de manera particular durante la II Guerra Mundial por su intensa labor para salvar vidas humanas, especialmente a judíos, de la reclusión y de la muerte y también por su valiosa acción de salvaguardia del tejido artístico de la ciudad.

Durante la visita que Hitler hizo a Florencia en 1938 su valiente comportamiento suscitó una gran impresión cuando no sólo no tomó parte en las ceremonias oficiales sino que, en señal de protesta, cerró las ventanas y las puertas del arzobispado. A las intimidaciones del régimen tras estos hechos contestó: «No temo a los poderosos porque he sido ungido por el Señor».

Por todo esto la primera Administración municipal nacida de la Resistencia le confirió en 1945 a Dalla Costa la ciudadanía honorífica de Florencia «en reconocimiento a sus altos méritos civiles».

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