Para La Pira, su tío Luigi Occhipinti, que acogió al pequeño Giorgio en Messina y lo tuvo con él casi hasta que terminó sus estudios universitarios, es como un segundo padre (… a usted especialmente, querido tío, con el que me unen lazos de verdadero afecto filial, le deseo una y otra vez que todo el bien de este mundo se aposente en su corazón, para que alivie sus días y sea la promesa de un futuro cada vez mejor…).
Pero a esta gratitud se suma la congoja porque su tío mantiene una actitud hostil respecto a la Iglesia y a las que considera como “exageraciones” de la fe de su sobrino, el cual, por su parte, lo invita a cambiar de postura una y otra vez.
[…] Querido tío, le ruego que piense en su vida desde este enfoque: que piense en la misma razón por la que me llamó, cuando era un muchacho de diez años, para que fuera a Messina (¡lo que me permitió introducirme, a través del estudio, en el cuerpo social y en el dramático curso de la historia del mundo!); que piense desde este punto de vista en la historia entera de su actividad sin descanso, el bien que ha hecho en tantas direcciones y durante tantos largos años y la desinteresada generosidad que ha caracterizado toda su vida. […]
[…] Ha llegado el momento su regreso «formal» a la Iglesia del Señor, al cuerpo de Cristo al que pertenece desde que recibió el bautismo: un regreso de júbilo, cargado de testimonios, confirmado por tantos frutos. Es el Señor quien le llama, con todas esas «voces» que se dirigen a usted desde todas partes, para que entre felizmente en Su ciudadela: ciudad de gracia, de paz, de amor, de esperanza, que prefigura y anticipa la ciudad eterna.
Clicando aquí se pueden leer fragmentos de una interesante carta («El trabajo de representante») que Giorgio le escribe a su tío en 1925 cuando trabaja con él para pagarse los estudios.